Tal como se relató aErica Rimlinger
En 2015, volví a ser soltera, vivía en Atlanta, llevaba a mis niñas a viajes y trabajaba para una compañía pequeña como terapeuta respiratoria cuando me vi obligada a tomar una decisión financiera que cambió mi vida.
La compañía para la cual trabajaba decidió que ya no necesitaba proporcionar beneficios de seguros médicos para sus empleados cuando introdujeron la ley de asistencia sanitaria asequible. Pero la “asistencia sanitaria asequible” implicó pagos de USD600 mensuales después de impuestos. Eso no era nada asequible para mí, por lo que decidí no recibirla. Me frustraba que una trabajadora médica estadounidense capacitada de clase media no tuviese los medios para cuidar su salud.
A lo largo de ese año, debo haber visitado al menos tres ginecólogos diferentes debido a sangrado abundante y cólicos. Cada vez que lo hice, pagué de mi propio bolsillo. Y cada vez, fui con mis expedientes cardiacos y médicos buscando respuestas.
“Me diagnosticaron cáncer ovárico en sus primeras etapas en 2003 y mi padre falleció de cáncer colorrectal un poco después de eso”, indicaba a los doctores. “¿Debería preocuparme?”
También había recibido tres rondas de quimioterapia de tratamiento para ese cáncer ovárico, por si acaso. En ese entonces no sabía qué quería decir “por si acaso” realmente o siquiera como preguntarlo, pero, 12 años después del diagnóstico y tratamiento iniciales, sabía que algo estaba increíblemente mal.
Cada una de mis consultas resultaba en la confusión de mis síntomas con perimenopausia o fibromas y siempre me decían que simplemente regrese en varios meses. Una o dos veces, me hicieron ecografías transvaginales, pero nunca me proporcionaron respuestas ni hicieron pruebas adicionales. Opinión tras opinión, las cuales no resultaron baratas, me dejaron una sensación de que me ignoraban y eso me hacía sentir derrotada.
En los primeros meses de 2016, me ofrecieron trabajo en una compañía más grande y el 28 de marzo estaba conduciendo a Tennessee desde Georgia para asistir a la orientación. Durante el viaje, recibí una llamada del oficial a cargo de beneficios de mi nuevo empleador y me dio mucha emoción saber que mi cobertura médica empezaría ese mismo día. Me inscribí en cada beneficio de seguro médico que podía pagar: beneficios médicos, dentales, de discapacidad, de vida y de cáncer. Pase mucho tiempo sin seguro médico y no quería experimentar eso otra vez. Además, seguía escuchando el “por si acaso” en mi cabeza.
Esa llamada ocurrió a las 6 P.M. y la siguiente mañana, menos de 24 horas después, empecé a sangrar abundantemente. Seguía sangrando semanas después cuando fui a una consulta con un especialista ginecológico quien prescribió una biopsia endometrial. Finalmente, me hicieron pruebas para algo específico y cuando los resultados indicaron cáncer endometrial, mi primera pregunta fue, “¿por qué tomó esto tanto tiempo?”
Esta vez, el tratamiento requirió una histerectomía completa, seguida de meses de quimioterapia y radiación pélvica. Aunque estaba aterrorizada de lo que eso implicaría para mi vida que había acabado por el cáncer, sentí un poco de alivio y reivindicada por saber que tenía la razón. Solo tomó mucha persistencia y un día de cobertura médica.
Sé que parte del problema es simplemente la naturaleza del proceso de diagnóstico de los cánceres ginecológicos. Cuando hay síntomas, estos son escurridizos. Son parecidos a síntomas de problemas comunes de las mujeres. Aun así, sabía que algo estaba mal y hubiese deseado que cualquiera de los doctores con los que tuve consultas me hubiese dicho “Adrienne, deberías saber que tienes riesgo de cáncer endometrial y hay algunos pasos proactivos que deberíamos tomar juntos, por si acaso”.
Comparto mi historia no porque esta experiencia haya dejado una marca permanente en mí física, mental y emocionalmente, sino que lo hago por si acaso otra mujer que no sepa de cáncer endometrial o sus síntomas esté leyendo esto. Por si acaso otra mujer, como yo, que tenga antecedentes personales o familiares de cáncer no le indiquen la opción de pruebas genéticas como parte de las examinaciones o no sepa que preguntar acerca de esta enfermedad.
Por si acaso otra mujer esté sintiéndose ignorada o consternada por su falta de acceso a atención médica y lo único que tenga sea una corazonada y la oración. Después de leer mi historia, con algo de suerte, sabrá qué preguntar sobre esta enfermedad y que está bien decir lo que piensa si no la escuchan.
Este recurso se preparó con el apoyo de Merck.
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